Hoy vengo demagoga. O no. A veces las teorías más absurdas son las que finalmente resultan ser ciertas. Como la de que nos iban a intervenir. Por ejemplo.
La señora Merkel es la nueva conquistadora de Europa.
Hail Merkel y demás combi
naziones. Enarbolando la superioridad (en este caso, quiero pensar que se trata de la superioridad económica, porque no soy demasiado aria y no quiero morir) se abre camino sin pausa pero sin prisa con una meta concreta y bastante poco sutil: hacer de Europa un gran imperio, gestionado por Alemania. De momento, la señora lo está haciendo muy pero que muy bien. Los demás mandatarios le siguen el rollo y se creen sus patrañas, como que los mediterráneos no sabemos gestionar nuestros propios recursos y necesitamos de los grandes y aguerridos bárbaros para que nos administren. Hacen caso a todo lo que dice como si las palabras que salen de su boca fuesen la verdad absoluta, la única solución a nuestros problemas de liquidez. La están encumbrando, y eso, queridos amigos, ya salió mal una vez.
Ahora quiere que, para que los países intervenidos le devolvamos el dinero, recortemos en lo accesorio; es decir: sanidad y educación. Lo prescindible, vamos. Y los mindundis que nos gobiernan oyen su excelsa voz y sabiduría sin parangón y nos escupen a la cara: "es una medida necesaria para salir de la crisis".
Recortar en sanidad es dejar morir a los ciudadanos que, cada vez más ferozmente, son expoliados a base de impuestos. Recortar en prestaciones es dejar morir a los viejos que no tienen nada. Recortar en educación es analfabetizar a los niños que no tienen un padre banquero. Es incrementar las diferencias una vez más. Construir un muro. Otro muro.
Pero a la excelsa voz de la sabiduría no se le ocurre recortar en puestos chorra (de la Santísima Administración, por supuesto) creados exclusivamente para desviar fondos hacia las mismas manos de siempre.
No se le ocurre decir "que paguen los bancos", en vez de "salvemos los bancos".
No se le ocurre sugerir que se exija una mínima formación para que los que nos gobiernen no sean paletos de estirpes añejas, siempre los mismos, desde el principio de los tiempos. Sugerir que se acabe el monopolio de la política, por ejemplo.
No se le ocurre exigir que dejemos de pagar salarios vitalicios a ladrones que no se esfuerzan por esconderse, que no tienen un mínimo de decencia, que sonríen en las fotos. Que chupan del bote como regalo a haber destruido un país, como un derecho de nacimiento o como "pensión" por haber "trabajado" durante cuatro años.
Se va mucho dinero en enriquecer a los que ya eran ricos. Y los pobres siguen pagando sus vicios. Yo no quiero el comunismo, ni mucho menos, pero sí quiero que dejemos de hacer el primo.
Esto no se soluciona escribiendo. No se soluciona twitteando. No se soluciona plantando lechugas en la Puerta del Sol. Ya sabéis lo que hay que hacer. La cuestión es: ¿hay alguien lo suficientemente valiente como para plantar cara al Cuarto Reich?