viernes, 27 de mayo de 2011

Fútbol y democracia

Están desalojando la Plaza de Cataluña porque este sábado juega el Barça y los políticos entienden que hay una clara prioridad de aquellos quienes quieran celebrar la victoria de su equipo sobre aquellos otros que reivindican sus derechos. 

El fútbol vale más que nuestro futuro. Me consta que a los políticos no les interesa que haya gente día y noche ocupando las principales plazas y zonas turísticas de España mientras les insultan a la cara lo que son, unos ladrones mentirosos con aires dictatoriales que se pelean cada día en el Congreso no por nuestro bienestar, sino por nuestro dinero. Lo que me cabrea, me enerva y me ofende de verdad es que los ciudadanos, los que cada año que pasa dan más dinero a Hacienda para poder pagar las pensiones de toda esa gentuza inútil a la que mantenemos, los que tendrán que jubilarse a los 67 años para cobrar una miseria que podrán disfrutar durante aproximadamente diez años, que será lo que tarden en morir, los que cada día tienen menos derechos y más obligaciones; todos esos ESCLAVOS, en resumen, defienden a quienes quieren sacar ese resquicio de esperanza de nuestras calles, alegando que los comercios de las zonas están sufriendo las consecuencias y CHORRADAS PARECIDAS. 

Aquí lo que está claro es que el pueblo sólo es necesario cuando se trata de sacarle los cuartos. Lo que importa es que las tiendas estén llenas de ESCLAVOS para poder seguir llenando las arcas del Estado y poder seguir pagando desfases como son los sueldos de alcaldes, senadores, concejales, ministros y demás escoria que sólo abre la boca para pedir más. 

Lo siento mucho por los esclavos que tengan pérdidas por culpa de que haya otros reivindicando SUS derechos. Lo siento mucho por los esclavos que sólo ven que este mes pueden pasar apuros económicos. Pero es precisamente porque no es justo que pasen apuros económicos por lo que toda esa gente está ahí, manifestándose, quejándose y ocupando un espacio. Es POR ELLOS. Porque mientras haya PARÁSITOS chupando del bote durante lo que les quede de vida, y mientras sea más importante una mierda de partido de fútbol que los futuros de millones de personas, este país va a seguir igual. La gente válida va a tener que seguir emigrando para encontrar un trabajo bien pagado, y los analfabetos belenestebanizados que votan compulsivamente a sus partidos predilectos sin pensar en toda la mierda que hay detrás se quedarán aquí. Manchando este país, por si no estaba ya suficientemente lleno de mierda.

Lo que no saben estos políticos es que pueden desalojar las calles cuantas veces quieran. La revolución no está en la Plaza de Cataluña ni en la Puerta del Sol. El cambio está en nosotros. 

jueves, 12 de mayo de 2011

El profesor de la Muerte

Hay crímenes más asquerosos que otros. Hay muertes merecidas, muertes indiferentes, y muertes que dan rabia y asco a partes iguales. Hay gente que merece su suerte. Y gente que no podrá ser vengada jamás.

Supongo que Antonio es un nombre falso. Da igual si no lo es. Es un nombre muy común. Antonio tenía 75 años y vivía en en edificio en ruinas. Dormía en un colchón de gomaespuma y comía sobras de un puchero. Era un viejo vagabundo. Un día, dos asesinos en potencia entraron en la finca abandonada y le agredieron, humillaron, lanzaron por el balcón y después prendieron fuego. Se fueron, transformados en asesinos reales.

No hay sentencia en este país capaz de mitigar el daño que hicieron. No sólo al pobre Antonio, sino también a la especie humana. Gentuza como ellos hace que cada día me avergüence más de ser una persona y no un animal.

La razón de la agresión es bien simple: la vida de Antonio era rastrera y miserable, era motivo de burla, y era el justificante de cada puñetazo, patada y golpe que le propinaron. Para esos dos asesinos, Antonio no era una persona, era una alimaña, por lo tanto, su vida no valía nada. Habrían hecho lo mismo con un gato o con un contenedor de basura.

Si hay algo que dé más asco que vivir en una sociedad de la que forman parte asesinos inconscientes como ellos, es comprender sus mentes y el por qué de sus actos. Ojalá no hubiera una justificación para tanta depravación y simplemente estuvieran locos.

lunes, 2 de mayo de 2011

La trágica muerte de Bin Laden

Nos cuentan los estadounidenses que Bin Laden ha sido acorralado y abatido a tiros y que ha muerto, y que esta muerte supone una gran victoria contra el terrorismo. Nos cuentan también que después de matarlo lo han arrojado al agua. No hay cadáver; mal pensado. Vosotros nos habéis enseñado que sin cadáver no hay delito. A ver ahora cómo calláis a los escépticos.

Yo no dudo que una persona (al menos) haya sido abatida a tiros hace unas horas, sin brindársele el derecho a un juicio (ya no justo, porque no dejaría de ser un paripé como el de Sadam, pero al menos un juicio), alarde del Estado de Derecho y libertad del que hacemos gala continuamente los Estados del "primer mundo", y que intentamos por las buenas o las malas contagiar a los demás. No dudo de los hechos, que por otro lado son criticables por la- de momento- ausencia de pruebas. Dudo de las formas.

Puede que Osama Bin Laden fuera un asesino, culpable de las muertes de miles de personas, en nombre de una religión transformada por el odio. Puede que fuera el cabeza de turco de algo mucho más grande, el escudo de un red establecida a lo largo de todo el mundo y que tiene como objetivo llevar a cabo la guerra menos santa de la Historia. No quiero meterme ahora en teorías conspiratorias.

A mí no me parece que abatir a tiros a una persona sea hacer justicia. Igual que no me parece justo que el sábado muriera un hijo y tres nietos de Gadafi a causa de un bombardeo de la OTAN. El atentado de las Torres Gemelas fue algo que no se olvidará jamás. Los trenes explosivos del 11 de marzo en Madrid serán aún más inolvidables para los que vivimos a un tiro de piedra de la estación de El Pozo. Acción y reacción.

No sé quién tiró la primera piedra. Ni me importa. Pero esto es una mierda y sólo la Razón nos hará pararlo. Y yo no veo Razón por ningún lado.

Espero que la gente se dé cuenta, en vista de estas pequeñas acciones, como la ausencia de juicio o los bombardeos por conveniencia, de que no hay ni por asomo tanta diferencia entre criminales y víctimas.

¡Abrid los ojos, malditos, y cambiad el mundo!