sábado, 28 de marzo de 2015

Blackout

Rompí a llorar de forma ruidosa a las siete horas de tu partida. Hasta el momento me mantuve serena y fría, intentando controlar la situación, conteniéndome como hago siempre. Pero al fin entendí lo que significaba verte al otro lado del cristal. No volver a ver tu cara. Que tú no vuelvas a ver la mía.

El día se convirtió en una sucesión de personas sin rostro que pasaban por mi lado sin decir nada. Primos lejanos. Vecinos vuestros. Y entonces, al final de la tarde, llegó el innombrable. Pasó por nuestro lado sin siquiera mirarnos, mascando chicle, levantando el mentón y saludando como lo haría una estrella de cine a sus fans. Se dirigió a esos primos y tíos lejanos, a los vecinos del barrio, y no tuvo el valor de acercarse a ella y darle un abrazo.

Cuando se iba, yo fui detrás. Te juro que no sabía lo que estaba haciendo. Al principio sólo quería clavarle los ojos en la nuca, odiarle intensamente mientras se iba, pero todo a mi alrededor se volvió negro y salí detrás de él. Le grité entre lágrimas de rabia que a qué había venido. Que tú ya estás muerto. Que debió haber venido antes. Que te echó de su casa. Le grité muchas cosas que no recuerdo. Dejé de sentir las manos. Mi hermana me sujetó para que parase. No sé qué hubiera pasado si nadie me hubiese parado. Lo quería matar por todo el dolor que te ha causado. Quería retorcerle por dentro igual que él hizo contigo. Vengarte.

Te acostabas todas las noches pensando en tu hijo. Le querías, a pesar de todo. Él no te conoce. No sabe que en tu mesilla hay sólo una foto: la suya. No pude evitarlo. No me arrepiento de haberle gritado. Alguien tenía que decírselo. No podía irse así, con la cabeza alta y la sensación del deber cumplido.

Te voy a echar mucho de menos.

sábado, 24 de enero de 2015

Árbol de Té

Hace mucho que el objeto de mi orgullo se transformó en un tronco retorcido y sin vida. Lo regaba, temiendo abandonar ciertas costumbres, engañándome pensando que, algún día, una hoja tímida asomaría de entre sus nudos y grietas.

Nuestra vida en común comenzó con enfermedad y temores. Pensaba que no era capaz de sacarlo adelante. No se rindió, ni me rendí, y el esfuerzo dio sus frutos. Qué exuberancia. Qué flores tan inapropiadas, qué brillo tan antinatural en los haces, ¡si hasta parecía dibujar una sonrisa prepotente cuando le miraba fascinada! Quería enseñarlo al mundo, llevármelo a todas partes, que estuviera siempre conmigo, exhibiéndose como un pavo real.

Fue bueno para mí. Y sé que yo fui buena para él. Le salvé en aquéllos primeros días y se reinventó a sí mismo. Ahora está a mi lado, mientras escribo esto, pero en el fondo sé que ese esqueleto descarnado ya no es él. No sé dónde estará, si es que su esencia ha volado a alguna otra parte, pero desde luego no aquí, no dentro de la madera torcida que me suplica que deje que se vaya.

Debo dejarlo ir. No tiene sentido que lo retenga a mi lado por más tiempo.

viernes, 4 de abril de 2014

Replegando el tiempo

Te echo mucho de menos, pequeña. Hoy he soñado contigo y estabas viva, y estabas bien, y estabas aquí. La gente podrá pensar que soy un monstruo, que él también se fue, pero es por ti por quien quiero llorar hoy. Eras el principio y el final del día, la responsabilidad gustosa y los ojos siempre abiertos. Me gustaba sentarme a tu lado y hablarte sin hablar. Decirte tonterías. Hablarte como la gente cuerda habla a los bebés.

A veces me pregunto si tú me querías. Si no, yo lo hacía y lo hago por las dos.

Ojalá no te hubieras tenido que ir. Ojalá no hubieras sufrido los últimos días. No sé si lo hice bien. Nunca sé si hago bien. Ojalá hubiera estado contigo más tiempo.

Ojalá estés bien. Estés donde estés. Espero que te gustase la forma en que cerré el círculo. Es la forma en que me gustaría cerrar el mío.

No te olvido.

sábado, 18 de enero de 2014

Divinidad

Los animales sangramos, lloramos y gritamos cuando nos hieren. Por eso hay personas que prefieren no alimentarse de otros animales; porque sienten el dolor de la misma forma en que lo hacemos nosotros.

Las plantas no gritan. No tienen dientes ni garras para defenderse. Nunca verás a una planta llorar desconsolada. Pero eso no significa que no sientan.

A un animal se le para el corazón.

A las plantas se les secan y caen las hojas, agonizando durante días. Una lenta asfixia. Decapitan sus troncos y mueren en silencio, sin derramar sangre ni lágrimas. Sólo la savia dulce y lenta que mana de sus heridas. La savia es la sangre, ¿es que nadie se da cuenta?

Un árbol no puede escapar del hacha que se hiende en su tronco, ni puede golpear con sus ramas al sicario que lo ejecuta en silencio. No puede correr, no puede gritar, no puede llorar. Pero puede sentir. No está cegado por los sentidos animales, que nos han desprovisto de intuición e imaginación, convirtiendo sólo en real aquello que vemos, tocamos, oímos, olemos o degustamos. Él percibe a través de la fluctuación del aire y la luz del Sol.

Árboles y plantas son la esencia misma de la magia.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

2013

Ha sido el peor año desde que tengo memoria. He sufrido pérdida, dolor físico y psíquico, angustia, y sobre todo impotencia. Ha habido cosas que no he podido abarcar, yo que pensaba que podía controlarlo todo. He descubierto que querer no es poder. Mis dioses, magias y entes se han estampado contra la realidad.

Este año me ha enseñado que pelear no siempre conlleva victorias. Que existen las causas perdidas. Que hay momentos en que no hay alternativa.

Este año aún no ha acabado. Me repito como un mantra que son sólo unos días más, que el año nuevo renovará las corrientes de aire que nos han estado arrastrando a lo largo de estos aciagos meses. El mundo se lavará la cara y dejará de ser cruel.

Pero aún quedan algunos días.

martes, 12 de noviembre de 2013

50 sombras de posesión

"50 sombras de Grey" no trata sobre una relación sadomasoquista entre un multimillonario y una recién licenciada tímida e inexperta. No es una historia de amor. No es una novela erótica.

Es una oda al maltrato psicológico. El señor Grey se dedica a minar poco a poco la ya de por sí desgastada autoestima de la señorita Steele, que pasa de ser una joven tímida pero feliz, rodeada de unos amigos escasos pero sin duda fieles, a quedar recluida como una princesa en lo alto de su torre, aislada de todo su mundo anterior y sólo acompañada del hombre que la empujó a ese encierro.

La trilogía nos muestra a un hombre que se molesta cuando su novia habla con otras personas, que es capaz de entrometerse en mitad de una reunión familiar porque una compulsión se lo impelía, que se enfada cuando ella "desobedece" sus órdenes, y que llega a comprar la empresa en la que ella empieza a trabajar para así poder tenerla controlada. Él elige la comida y el vino que van a tomar; él decide cuándo y cómo ve a sus amigos. Convierte a Anastasia Steele en una marioneta, que todavía es capaz de pensar en lo rebelde y traviesa que es cuando hace o dice algo que a él no le gusta. Es la historia de cómo un hombre adulto convierte a su novia en una niña de diez años.

Me da miedo la cantidad de mujeres que han leído estos libros con voracidad, deseando ser ellas el objeto de deseo de semejante espécimen tóxico. La autora justifica el maltrato (no digo el sadomasoquismo, digo el MALTRATO al que somete a Steele, no en el cuarto rojo del dolor, sino fuera, en su vida cotidiana) a través del pasado lacrimógeno de Grey, cuya madre drogadicta murió a su lado cuando él tenía cuatro años, y a través del cual parece permitir los abusos, chantajes emocionales y cabreos injustificados que dirige contra la chica.

Christian Grey reduce a Anastasia Steele hasta dejarla diminuta. ¿Es eso lo que las mujeres desean? ¿Que sus vidas sean reducidas a lo que sus amantes deseen hacer con ellas? ¿Que acoten sus fronteras y les limen las uñas? ¿Quieren acaso sentirse propiedad de otras personas?

No lo entiendo.

Aparte de que el desarrollo argumental de la trilogía es tan enrevesado como el asa de un cubo. ¿Es que nadie leyó la historia antes de publicarla?

lunes, 4 de noviembre de 2013

Zombie

Estoy segura de que podría invocar al Mal más terrorífico si lo deseara con intensidad. Pero no pasa lo mismo con el Bien. Con las cosas que deseo que dejen de oprimirme el corazón. Podría hacer aparecer ante mí al mismísimo Satanás, pero jamás podré deshacerme del agujero que tengo en la garganta.

Que ando lobotomizada, con un hilillo de saliva colgando de mis labios, perdida por la vida. La ilusión se ha muerto. Está muerta dentro de mí, como los fetos que se mueren dentro de su madre.

Ojalá fuera tan fácil como en mis sueños. Sé que no es un sueño porque me he mirado al espejo y no he despertado, aunque la percepción es la misma: como si manejara mi cuerpo a través de una pantalla.

Ojalá fuera un pájaro para poder volar hasta el fin del mundo.