sábado, 27 de octubre de 2012

Mutilada

¿Por qué no se lo dices? Es tan fácil como traerlo a colación, o tal vez no, mejor sacarlo de la nada, abrir la conversación, sin drama pero sin quitarle importancia. Y decírselo. Y ya está. Asunto zanjado. A ellos no les va a molestar. ¿Por qué les iba a molestar? Son tus padres, te quieren como eres. Y si eso es lo que eres, ellos lo entenderán. No te van a dejar de querer. No se van a asustar. Además, eso es algo que está absolutamente normalizado hoy en día. Ser homosexual está tan bien visto como ser hetero. No seas tan melodramática. Haces un mundo de un grano de arena. Haces que la gente más cercana a ti no te conozca. Lo fácil es no decirlo. Afróntalo. Díselo. Te van a seguir queriendo. Deja de fingir. No les ocultes quién eres.




Y una mierda.




Es muy fácil en las películas. En la tele. En la ficción. Ahí donde hay un cristal de por medio. Ahí donde, cuando acaba la cinta, la vida vuelve a la normalidad. Dicen en las noticias que han matado en Irán a un hombre por ser gay y toda la familia se escandaliza. Bárbaros. Tercer mundo. Pero luego siempre hay lugar para comentarios hirientes acerca de lo que les gusta hacer en su intimidad a Jesús Vázquez o a María del Monte. Porque, según parece, en la sociedad española, tan avanzada en su legislación en cuanto a este asunto, todavía resulta graciosa y ofensiva la homosexualidad. Todavía es motivo de chanza y de burla, de insulto fácil y desprovisto de imaginación.

Estoy hasta los mismísimos de tanta hipocresía. Cuántos no habrán dicho alguna vez que si tuvieran un hijo gay le querrían absolutamente igual que a uno que no lo fuera. Desnaturalizando al hijo. O peor, convirtiéndolo en un enfermo, en un mutilado, en un desvalido. Yo no me siento normal porque, aunque se me haya enseñado que hay que respetar a todo el mundo, en el fondo se me ha inculcado lo ridículos y antinaturales que son los homosexuales. Que somos, en realidad.

Pero es que tampoco me siento diferente. No tengo nada de raro. Me da rabia no poder ser yo plenamente dentro de mi familia. Y lo que es más angustioso, me da rabia ver cómo las demás sí pueden serlo porque tienen novios en vez de novias. Ya no por la familia, ya no por mi novia. Es por mí, por rebeldía, por la ira que tengo acumulada dentro. Es por lo injusta que es la gente. Es por la náusea que me provoca la broma fácil.

Y luego me dicen que no tenga miedo, que es mi familia.

Nunca van a entender que a las familias, en el fondo, no les gusta tener hijos mutilados.

4 comentarios:

  1. Te sigo desde el blog de Desclasado,hace tiempo ya. Es duro leer algo así.Un abrazo.

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  2. Bueno, yo conozco casos en los que la aceptación ha sido total (e incluso instantánea). Obviamente, si este es tu caso, es lo que hay, pero afortunadamente hay veces (y sí, no es siempre, pero no es nunca tampoco) en que el asunto sale mejor de lo esperado. En cuanto a lo graciosa y ofensiva que resulta la homosexualidad en la sociedad sí estoy de acuerdo, seguimos muy lejos todavía.

    atlantis2050.blogspot.com

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  3. Qué triste es que estas cosas sigan así... Seguimos siendo homófobos y racistas. Ojalá evolucionemos pronto de una vez por todas y dejemos de juzgar lo que los demás hacen con su vida.

    Y ojalá tengas suerte.

    Un abrazo!

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  4. A las familias no les gusta tener hijos tristes. Lo otro es secundario.
    Besos.

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