domingo, 30 de septiembre de 2012

Femifóbica

Odio a las mujeres. Ya está. Ya lo he dicho.

Sí, ya sé que yo soy una mujer. Al menos físicamente. Puede que mi odio no tenga absolutamente ningún fundamento. Puede que sea injusto generalizar. Me da igual. Odio a las mujeres.

Muchas mujeres se quejan de que los hombres son simples. No lo son. El problema son ellas, que están locas. Como cabras. Y nunca tienen razón, aunque se les llene la boca de argumentos estúpidos. Se piensan que con una caída de pestañas tienen al mundo a sus pies, con una sonrisa más falsa que ellas y una conversación tan interesante como la que podrías tener con un objeto inanimado. No son más inteligentes que su interlocutor, pero ellas así lo creen, subestimando a su interlocutor mucho antes de siquiera atisbar a conocerlo.

No se puede trabajar con mujeres. Ni con maricas, pero ésa ya es otra historia. Son trepas, malas y harán cualquier cosa por quedar bien con el jefe sólo si lo hacen pasando por encima de ti.

Con los hombres son crueles, pero con otras mujeres son despiadadas. Mientras dos hombres desconocidos se muestran afables el uno con el otro, ellas se mirarán con recelo y odiarán en secreto a la otra. Esto es así. Si yo me hundo, tú te hundes. Si caigo pero tengo la posibilidad de ayudarte, me la guardo en el bolsillo y me siento a esperar a ver cómo caes. Y si lloras, mejor.

Son malas. No digo que los hombres sean dechados de virtud, pero no tienen (por norma) ese doble fondo tan dañino y peculiar.

Decidme (salvo casos puntuales) que no tengo razón.

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