domingo, 22 de abril de 2012

Orgullo del hombre que nunca se dejó achantar

Que está orgulloso de mí. Que se le cae la baba cuando habla de mí, por lo visto. Casi no me habla cuando compartimos espacio, pero parece que me idolatra en secreto o algo por el estilo.

Soy la única nieta que parece no necesitar ayuda psiquiátrica, y creo que eso le conmueve. Que no voy a terminar siendo una bailarina de bar como mi prima, un asesino en potencia como mi primo o una falsa de mierda como la otra. Mi hermana está todavía por dibujarse. Creo que me ve como una especie de esperanza de la familia. Una familia decadente de principio a fin. Una especie de Buendías pero con menos ironía y más sangre. Los Corleone españoles.

De un macarra rubio de ojos azules y una señorita maleducada venida de un colegio de monjas era lo único que se podía esperar. Pero la desgracia venía de antes. Veinte hijos de un lado y abandono y alcohol del otro. Que tenía muchos hermanos y mucha hambre. Y unas ganas de ganarse la vida trampeando al precio que fuera. Comían lo que hubiera que comer. Vivían las veinticuatro horas del día. Todos los días era domingo en un país inventado por ellos. Hay fotos que hablan más que él.

Dicen (no será él quien lo diga) que tenía un hermano que aprendió a leer solo en aquélla vorágine de posguerra embarrada. (Él no sabe, pero nunca te darías cuenta.) El hermano autodidacta. Ni siquiera sé cómo se llamaba. El caso es que ese hermano inteligente, del que él tanto se enorgullece en secreto, se murió de forma tan inesperada como inesperado fue su don, dadas las circunstancias. Dicen (él no lo dice) que fue el hermano que más le dolió al morir.

Quiero creer que su orgullo por mí es un reflejo de ese orgullo que sentía por su hermano. Como el renacer de una esperanza. Claro que de sus labios nunca saldrá una palabra sobre todo esto.

En eso nos parecemos.

Sea como sea, yo en toda su decadencia veo motivo de orgullo. El hombre que nunca se dejó achantar. Eso sí es loable. Ojalá algún día me parezca a él. Él nunca me dirá lo orgulloso que se siente de mí, y yo tampoco le diré lo mucho que le admiro. Y en eso, tristemente, también nos parecemos.

viernes, 13 de abril de 2012

De cobardes y ahogados

Dicen que hay muchos licenciados sin trabajo. Que llenan las aulas y las listas del paro. Dicen que estudiar no sirve de nada, que al final todos terminamos en el mismo sitio, sólo que algunos lo hacen cinco años después. Dicen que sin estudios no eres nadie, que nadie te quiere en su empresa sin un título, que es importante formarse. Dicen, dicen, dicen. Y todo en el mismo telediario. La bipolaridad de un país que se va a la ruina porque sus propios dueños lo están matando.

Dicen que los formados emigran, y es verdad que lo están haciendo. Nos presentan las opciones como oportunidades de vida, como alternativas apetecibles, como chucherías de sabor exquisito. No saben que a nosotros nos sienta como una expatriación. Como una patada en el culo disfrazada de palabrería.

Yo no me quiero ir. Yo quiero ver cómo el fénix renace de sus cenizas y toda esa mierda. Me gusta mi país. Me gustan la Boca del Asno, Ruiloba y las lagunas de Ruidera. Tengo lazos sentimentales muy fuertes que no podría deshacer jamás. Quisiera tener la oportunidad de quedarme y poder ayudarle, sacarle del pozo, hacerle el boca a boca y que respire de nuevo. Pero no me van a dejar.

No sé quién puede tener interés en destruir algo que para mí lo es todo, que es mi pasado entero, mi presente y futuro. Es mi substrato, vaya. Somos como plantas a las que puede resultarles letal un trasplante. Aunque haya quien diga que no. Estamos anclados a este suelo. ¿Por qué, entonces, podría querer alguien destruir su propia casa?

Hoy me he dado de boca con la idea absurda de emigrar. Por primera vez en mi vida la he considerado como una opción real. Tengo las raíces llenas de fuel. La planta se va a ahogar. Pienso en la emigración como la opción cobarde, como las ratas que abandonan el barco. Yo quiero luchar, quiero que el barco flote, ¿pero a qué precio?

Ya no me parece tan cobarde. Yo no quiero vivir ahogándome. Este país sólo podría salvarse con un golpe de Estado. Y yo cada día estoy más cabreada y asustada. No sé hasta dónde van a llegar. Ellos. Los que dicen que nos representan. No creo que el poder corrompa. Ellos ya lo estaban. No es un partido concreto, es la política en su conjunto. Es la inercia que hemos alcanzado. Como la bola de mierda que acumula un escarabajo pelotero. Cada vez más y más grande.

Me duele egoístamente. Yo sé que no nací para lo que quieren que haga. Sé que puedo hacer mucho más de lo que ellos hacen. Sé que podría hacer algo. Que ellos van a conseguir que tire mis sueños a la basura. Porque los tengo. Porque lo harán. 

Y seguirán ahogándolo, exprimiéndolo, apuñalándolo. Y a mí no me quedará otra que huir. Como una cobarde.