lunes, 19 de diciembre de 2011

Yo voté a UPyD

No tengo problema en hablar sobre mis preferencias políticas, que son, cuanto menos, variopintas. No me identifico con un partido concreto porque todos me producen, en alguna de sus vertientes, discrepancia y repulsión.

La última vez que voté, lo hice a UPyD. Es un partido al que no veo color concreto, o dicho vulgarmente, no sé de qué pie cojea. Es un partido que en realidad es una persona, Rosa Díez, una mujer a la que tampoco soy capaz de clasificar o encuadrar en un sector concreto del panorama político de este país. La mayoría de las veces me da la impresión de ser una persona conservadora, tirando a facha, que se escuda en ideas progresistas que bien podrían irse al garete llegado el momento de ocupar Moncloa. Claro está que las etiquetas son odiosas, y su aspecto de pija bien podría ser sólo eso, una apariencia.

Hay quienes la tachan de trepa, por su historial de relaciones políticas. Y yo no me fío de nadie, ni de los que opinan alegremente ni de la impresión que me causa su pelo perfectamente teñido y peinado.

Y, sinceramente, me da igual que esta señora sea roja o facha. Me da igual su posición en esta mierda de panorama político que tenemos, o mejor, al que nos hemos visto empujados por inercia. Lo único que me importa de UPyD, el único motivo por el que escogí su papeleta el mes pasado, es su lucha por el cambio de la ley electoral. Me importa la presión que pueda llegar a ejercer esta señora con un grupo parlamentario propio, en un Congreso degradado en el que el principio de igualdad se ve pisoteado si te da por votar a un partido minoritario y no independentista. Me importa sólo eso, que es mi derecho a ser igual a cualquier otro votante de cualquier otro lugar de España, sin tener que volver a sentirme una ciudadana de segunda al ver que con un millón y pico de votos (concretamente, 1.140.242) UPyD no consigue grupo parlamentario, pero CiU con 100.000 votos menos (1.014.263) consigue 16 escaños.

No quiero que Rosa Díez sea presidenta; si lo llegara a ser seguramente olvidaría su repulsa hacia nuestro odiado D'Hondt y dejaría para otra ocasión su eliminación. La quiero donde está. Presionando y criticando nuestro sistema, y haciendo que la gente se dé cuenta por sí misma de lo necesaria que es una reforma.

Ya no una reforma, un verdadero cambio de look.

Dales caña, Rosa. Me importan una mierda tus verdaderos objetivos; lo único que me interesa de ti es el medio que emplearás para conseguirlo.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Ana Arkadievna

"¡Cómo me miraban! Les debí de parecer un ser extraño, curioso, incomprensible. ¿De qué puede hablar ese hombre a aquel otro con tanto entusiasmo?", pensó mirando a dos hombres que pasaban. "¿Es que es posible contar a otro lo que se está sintiendo?".



Liev Nikoláievich Tolstói
Ana Karenina