sábado, 29 de enero de 2011

De prostitutas y puteros

Hoy, quiero hablar sobre la prostitución y mi opinión al respecto.

Hay una serie de mujeres que se dedican a practicar sexo a cambio de dinero. A mí eso no me parece mal, me parece una forma como cualquier otra de comerciar. Si quieres utilizar tu cuerpo como moneda de cambio, bien por ti. Tu cuerpo es tuyo y haces lo que quieres con él. Siempre y cuando te prostituyas porque quieres, y no porque un depravado te obligue bajo coacción.

El problema no reside en que una mujer a lo largo de su vida decida dedicarse a la prostitución. El problema reside en que hay demanda de este servicio. En el siglo XXI, hay demanda de sexo por dinero. En el siglo XXI, hay quienes aún no son capaces de controlar sus más básicos instintos (los que sin duda en otro tiempo empujaban a violar campesinas en los caminos). Y a mí eso, opinión puramente personal, me parece asqueroso.

Que no me vengan ahora los vecinos de la calle Montera, u otras zonas de España donde se ejerce la prostitución en las aceras, diciendo que no quieren que esas guarras estén ahí, que les llenan los portales de condones y asustan a sus hijitos inocentes cuando vuelven a casa de farra a las cuatro de la mañana. La culpa no es de las prostitutas, la culpa es de los puteros. Que no son capaces de guardarse la chorra en los pantalones y tienen que acudir a una de estas señoras. Que no piensan en si esa señora estará haciendo eso porque quiera, porque la obligan o porque lleva años en paro y aún no encuentra trabajo y es lo único que puede hacer para alimentar a su familia. Que sólo piensan en tetas, culo y vagina y se olvidan de todo lo demás. Eso es lo que me da asco. ASCO.

Puteros del mundo: el día que os extingáis dejará de haber mujeres y hombres, y empezará a haber personas.

domingo, 23 de enero de 2011

L. S.

Es un personaje que me fascina, nunca voy a parar de decirlo, o de pensarlo. Está completamente sola, pero no cree que necesite ayuda. No es débil. Es de hierro. Siempre tiene sed de más. Nada es suficiente. Nada basta.

No es normal. Es algo que nos ha chocado a todos los que la hemos conocido. No es el típico personaje. No es la típica chica. Ni siquiera pienso que se considere a sí misma como una mujer. Es sólo una persona que no entiende por qué la vida está esquematizada y ordenada de forma tan frustrante. Por qué no puede simplemente hacer realidad sus deseos sin tener que rellenar un formulario previo. Esa maldita burocracia que controla nuestras vidas, la burocracia social, que te obliga a llevar una determinada conducta si quieres vivir dentro de estas fronteras. Como las conversaciones vanas, o los cafés por compromiso. Ella no considera que eso sea algo que deba hacer.

Y los burócratas se limitan a mirar su cara de póker por el rabillo del ojo mientras piensan en estereotipos y juzgan sin saber. Porque nadie la conoce. Ni siquiera ella. No sabe qué quiere más allá de las necesidades físicas. No sabe siquiera si realmente tiene una dimensión espiritual, o carece de ella. Ojalá supiera rellenar esa pila de formularios que es la vida, ojalá tuviera la palabra justa en el momento adecuado. Ojalá sonreír no le doliera en las comisuras.

Pero sólo es un personaje. En la vida real las chicas son elocuentes y tienen la mirada brillante. Saben exactamente cómo se sienten y saben exactamente qué pasos tienen que dar para encajar en la sociedad. Es más, ni siquiera tienen que pensar en qué pasos tienen que dar porque SON parte de la sociedad.

miércoles, 19 de enero de 2011

La delgada línea

Hay una línea muy delgada que separa a los "fantasmas" de los esquizofrénicos. Según me ibas hablando, la segunda opción iba adquiriendo cada vez más fuerza. En serio, mentir es una buena carta si sabes cómo se hace. Si no sabes, y además tiendes a mentir sobre situaciones que tu interlocutor SABE que no podrían ser ciertas ni en esta vida ni en la siguiente, entonces quedas como un fantasma.

Pero de verdad, no es que me caigas mal. Simplemente no me caes.

miércoles, 5 de enero de 2011

Tributo

No; no me arrepiento. Era una niña distinta; a veces pedante, a veces distante. Pero siempre fui buena, siempre creativa y original. Era una niña de extremos: o todo era blanco, o todo era negro. Aborrecía y odiaba amargamente lo que no comprendía. Me importaba una mierda tener o no tener amigos. Me sentía identificada con Lisa Simpson y la emulaba. Soñaba con ser astronauta y militante de Greenpeace. Odiaba al Gobierno y a la Policía por insuflar temores en la población. Odiaba el racismo, el machismo, los vertidos de petróleo, las matanzas de toros como tradición popular y a los pumas que devoraban perezosos. Odiaba el odio, y lo odiaba de forma atroz. Tenía un amigo imaginario que me abandonó al poco tiempo. Tenía ideas, sueños, luchas, ansias. Adoraba la música clásica. Adoraba sentirme diferente. Me gustaba estar sola porque eso suponía una diferencia. Sacaba dieces en todo y eso me henchía de orgullo. El concepto de infinito me fascinaba hasta la obsesión.

Y, sobre todo, no era consciente de nada. Estaba totalmente aislada.

Esto va por ella. Por mí.